El drama de la #PobrezaEnergética

pobreza energética

 

Parece que fue ayer cuando en mi casa no teníamos calefacción. Una estufa de gasoil, de las que se encendían tirando una cerilla por un agujero, ocupaba medio pasillo. Estaba muy cerca del salón pero, a pesar de contar con su inestimable ayuda, había que echar mano del brasero o la estufa para poder estar calentito en los días más fríos del largo invierno segoviano.

No recuerdo mucho más, ya que era un niño de 6 u 8 años; pero lo que no se me ha olvidado, es que jamás he pasado frío en casa. Eran otros tiempos claro, donde el cabeza de familia trabajaba toda la jornada y la madre gobernaba su hogar y criaba a los hijos, todo el día. Sólo entraba un sueldo, en la línea de la media nacional, supongo; y no cabían ni lujos ni caprichitos. Cuando uno se podía ir de vacaciones, se iba; pero cuando se rompía el frigorífico, tocaba aguantaba el verano a base de ir a la piscina cuando hacía mucho calor.

Llegamos a 2014, donde cada día nos agasajan con noticias y titulares de que el país va bien, de que se está creciendo un cero no sé cuánto! Hombre, para alguien que entiende suficientemente las matemáticas, y que vive día a día, eso no es crecer. Es un cuento chino y, lo de que la luz ya está muy cerca, está por ver… (cómo y para quién).

Las familias ya no son como antes: si tienen «suerte», trabajan ambos cónyuges; si tienen mucha suerte, trabaja sólo uno porque el otro no lo necesita; si tienen menos suerte, cobran el subsidio por desempleo y, si les ha tocado «la china», igual comen cada mes gracias a la caridad de amigos y familiares. Pero incluso, se puede dar el caso de ser pobres, trabajando duro a diario, con un par de nóminas (de todo menos dignas) y estudios universitarios. Y la pobreza energética aparece, las familias no pueden permitirse el «lujo» de colocar su termostato a 21-22ºC durante buena parte del día, porque hay que pagar facturas, hipotecas, libros, combustible, seguros…, y sin contar con los imprevistos!

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¿Cuánto dinero debemos dedicar a pagar los consumos de energía?

Me gustaría saber, si no es mucho pedir, cuántas de las personas que se sientan semanalmente en el hemiciclo sabe realmente qué cantidad de euros se le van en poner la calefacción, darse una ducha diaria o, simplemente, tener funcionando su majestuosa y surtida nevera de dos puertas. «Poco», dirán…; claro, para alguien que gana 2.813,87 € mensuales, más complementos, ayudas, dietas…, tener que pagar 200 € al mes por encender la calefacción de sus casas, parece bastante accesible (y no entro en si es mucho o poco el sueldo de esta gente, me parece correcto sin más).

Pero el resto de los mortales, no estamos en las mismas condiciones económicas, y la energía nos cuesta lo mismo. Además, con un 21% de IVA, porque es un «lujo» con el que no es necesario vivir. Habiendo «pellizas» de borreguito, guantes de lana y abuelas que tejen bufandas de rayas, uno se apaña estupendamente!

Volviendo a la pregunta, ¿qué porcentaje de nuestros ingresos se puede considerar lógico para hacer frente a los gastos en energía? He encontrado esta noticia en el diario El País, en la que se marca un dato de partida: el 10%. Destinar más que eso a poner la calefacción o encender la luz, no es sostenible para las personas en general. No olvidemos que también debemos comer 3 veces diarias, pagar la vivienda, mantener un vehículo (algo habitual hoy día), colegios y libros, hacer vida social, ropa…; en general, gastos fijos habituales.

¿Qué problemas sociales está generando esta pobreza energética?

Ya hay bastante gente que, aunque tenga un techo donde vivir y, consiga seguir pagándolo, no puede permitirse calentarlo a base de calefacción.  Es más, incluso entre las personas que no tienen un problema económico, puede generarse la rutina de no conectar las calefacciones habitualmente para ahorrar dinero, ante el miedo a perder su empleo y verse sin recursos para subsistir. El consumo ha caído en picado, tanto de la gente que ha perdido poder adquisitivo, como de quien es más precavido y mira hacia su futuro retiro.

La estufilla, el brasero, el abanico (en verano), empiezan a ser más habituales de lo deseable: se pone un radiador eléctrico en el salón y toda la familia alrededor pasando el día buscando algo de calor. Y no mucho, porque el contador “corre que da gusto”…

Hasta en los centros escolares se está escatimando en calor para los peques. A este paso, mudaremos las aulas a los Ayuntamientos, que allí no se pasa frío (no quisiera generalizar, pero es lo que yo veo desde unos años hasta ahora).

Soluciones que no parecen llegar nunca.

¿Cuántos edificios públicos se han auditado energéticamente para ahorrar energía y dinero? No sé la respuesta, pero viendo que ni siquiera son capaces de dar ejemplo obteniendo un sencillo certificado energético, mi mente se vuelve bastante pesimista con la cifra. Tener que llegar a ESTO, deja ver en manos de quién nos encontramos.

¿Existen estrategias institucionales para el fomento de la eficiencia energética, más allá de cambiar luminarias de LED? Noticias tan sorprendentes como ESTA rechinan bastante; más si cabe cuando alguien escribe que cambiar una caldera de gasóleo por una de propano va a suponer un ahorro económico del 40%…

Alguien de las altas esferas debería empezar a darse cuenta de que un buen District Heating (Calefacción de distrito), le ahorraría mucho dinero a los Ayuntamientos; fondos que podrían ser destinados a otras necesidades más imperantes en el mundo rural.

Pero esto es España, últimamente un país con un cúmulo de malos propósitos en el que, día a día, la mayoría de ciudadanos se parte el cobre por sus familias y amigos, mientras “el ojo de Sauron” mira para otro lado en lo que, al futuro de la energía y su dependencia del exterior, se refiere. No hay más que darse cuenta de que ni el propio Ministro de Industria, sabe de lo que habla en TV, aunque nos acabe de modificar el recibo eléctrico. Y aún dicen que las renovables son caras...

Qué será lo próximo, ¿un impuesto al Sol? Ah no, mil disculpas!, que ya se lo pusieron el año pasado.

 

Fuente de la imagen de portada: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/18/actualidad/1384804082_062275.html


 

 

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¿Hemos llegado al punto de inflexión en el mercado inmobiliario español?

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Eso mismo me estoy preguntando yo estos días; y es que el bombardeo que estamos sufriendo los ciudadanos por parte de los medios, con noticias como las que siguen, está siendo alentador:

Para más ‘inri’, hace un par de días, en el programa de éxito ‘SALVADOS‘, el señor Jordi Évole nos volvió a abrir los como es costumbre cada noche de domingo (y no sé vosotros, pero yo no me lo pierdo jamás), con su titular: España en venta. Y es que el final del programa no tuvo desperdicio, con las declaraciones de Ismael Clemente y su alusión al paralelo 40…

Pero volviendo a lo que me lleva a escribir estas líneas, ¿realmente hemos llegado o estamos llegando al fondo de la cuestión? ¿Creéis que el precio de la vivienda va a dejar de bajar, en términos generales?

Sin ser ningún experto en la materia, sí me parece interesante que los fondos de inversión estén apostando por hacerse con grandes paquetes de viviendas en nuestro país; esto significa que va a ser rentable económicamente para ellos a medio plazo. Y es que cuando uno tiene mucha ‘pasta’, está claro que juega con ventaja y los precios que consigue no son los mismos que los que nos tienen preparados a los ciudadanos de ‘a pie’. Además no conviene olvidar que, si viene Goldman y mete un montón de millones de euros, puede que le salga bien o que le salga mal, que para eso son negocios.

Entonces, imitemos todos a los expertos, saquemos el dinero de debajo de nuestras baldosas porque las gangas ya están en su punto!^^ No tan rápido diría yo, porque ya jugamos a ser especuladores hace una década y mirad ahora dónde estamos… El mercado siempre es algo aleatorio, que puede dar giros de 180º sin apenas preaviso, por lo que no conviene jugar con los ahorros de toda una vida y después tener que lamentarse. Cada uno puede hacer con su dinero lo que le apetezca, faltaría más, pero hombre, zapatero a tus zapatos!

Sí me parece un buen momento ahora para buscar las oportunidades en el mercado, pero debemos ser conscientes que no estamos adquiriendo un piso reformado en Gran Vía con 3 dormitorios, garaje y trastero; si no más bien un piso en un barrio más alejado, posiblemente una planta baja, situado sobre un local vacío,… Y es que las viviendas buenas, bien situadas, bien equipadas, apenas han perdido valor en el mercado a pesar de la crisis (obviando las locuras transitorias que se han cometido hace pocos años por la gente poco informada).

Luego para concluir: si tenemos suficiente liquidez (distinta de la que nos sirve para llenar el carro de la compra), ganas (de meterse en berenjenales) y, estudiamos las posibilidades del mercado de alquiler en nuestra provincia, puede ser buen momento para gastar poco dinero en un piso a reformar por completo para, posteriormente, alquilarlo a una persona con demostrada solvencia. Y es que últimamente, cuando he buscado piso de alquiler como inquilino, siempre he incidido a los propietarios en una cosa: por ser un buen cliente, debes ajustarme el precio; pero si no te bajas del burro, atente a las consecuencias.

Y ya de paso, si aprovechamos las pocas subvenciones que haya, rehabilitamos energéticamente el piso, y contamos desde el principio con una buena calificación energética, el éxito estará más de nuestro lado. La gente seria y cumplidora, sabe lo que busca y no quiere medias tintas; si ofrecemos lo que buscan estas personas, no nos va a faltar gente a la que alquilar nuestras propiedades. Porque, un piso alquilado y cobrado, supone unos ingresos mensualmente muy a tener en cuenta.


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