La importancia de la inercia térmica en los hogares

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Fuente de la imagen: http://www.contemporist.com/2012/10/09/two-homes-in-luque-by-bauen/

Cada vez que paso fuera de casa el fin de semana, los lunes por la mañana, mientras estoy trabajando en mi mesa, noto una menor sensación de confort en la vivienda, como si estuviese «destemplado». Y más allá de lo caluroso o no que sea cada uno, siempre me ocurre cuando se cumple la misma premisa: haber tenido quitada la calefacción durante un par de días. ¿Cosa de magia?

Quiero creer que esta sensación se debe a lo que conocemos como inercia térmica de los materiales: la velocidad con la que ganan o pierden temperatura (energía en forma de calor) cuando las condiciones climáticas a su alrededor cambian. Os pongo un sencillo ejemplo: si pongo una sartén en el fuego, enseguida comenzará a calentarse y, por ende, lo que yo eche en ella también. En el momento que aparto del fogón lo que estoy cocinando, la comida y su recipiente, comenzarán a perder el calor ganado anteriormente en la placa.

Y a nuestras viviendas les pasa lo mismo: cuando hacemos vida normal y «prendemos» la calefacción varias horas y en días sucesivos, nuestros tabiques, fachadas, suelos, techos, muebles y objetos se mantienen a una temperatura más o menos constante durante las 24 h del día (en mi caso entre 18 y 21ºC). Pero llega el fin de semana y, de vez en cuando, uno va a visitar a la familia. Como tengo la suerte de contar con un termostato programable (aunque viva de alquiler, sí), lo dejo preparado para que cuando llegue el domingo mi casa ya esté a una temperatura confortable, ¿aparentemente?

Debido a la inercia térmica, los muros de mi vivienda habrán perdido unos pocos grados durante esos dos días que he escatimado en calefacción. El resultado: el lunes por la mañana, el termómetro de mi vivienda irá bajando más rápidamente de lo normal, aunque haya tenido puesta la calefacción toda la tarde del día anterior. Hasta que mi casa al completo, y todo lo que «reside» en ella, no recupere su temperatura habitual, yo estaré sentado frente al ordenador en la mesa del despacho, notando frío en las manos o tensión superficial en la piel, ante la menor temperatura en ese momento respecto de a lo que estoy aclimatado. Aunque por la noche haya estado cómodamente en el sofá, viendo el reportaje del 23F (por ejemplo), en cuanto uno se marcha a la cama y baja el termostato a 15º, el calor por convección (producido por los radiadores de mi caso en concreto) que recorre las estancias desaparece, ya que a las paredes no les ha dado tiempo a coger suficiente temperatura. De contar en casa con suelo radiante, no debemos apagar dos días la calefacción por la gran inercia térmica de este sistema.

Suena el despertador y, como tengo programada la calefacción media hora antes de que esto suceda, noto calorcito para la ducha matutina y el desayuno. Pero cuando la doña de la casa se marcha a ganarse el pan, mi termostato da la orden a la caldera de parar hasta que sea hora de comer. Yo confío mi confort a la inercia térmica de la vivienda y a mi propio calor latente en la habitación donde permanezco la mayor parte del tiempo. Y entonces volvemos al inicio de esta reflexión y, los lunes grises, posteriores al baño de amor familiar, toca hacerse el valiente y ponerse en la piel (lógicamente de forma tímida en comparación con la realidad) de los millones de españoles que están sufriendo de #pobrezaenergética en nuestro país. Quiero dejar claro, que no quiero comparar estas líneas con la realidad que acabo de citar, porque yo me siento afortunado de poder encender la calefacción en casa todo lo que creo necesitar para estar razonablemente confortable.

Esta situación no se repite durante todo el año por suerte, ni necesariamente cuando hace frío. La energía que recibe mi casa, además de provenir de la calefacción, se consigue gracias a la radiación solar que acumula la fachada de mi edificio durante toda la mañana (orientación Este). Esto se traduce en una menor pérdida calórica desde dentro hacia fuera. Por ello, cuando amanece un lunes gris como el de esta mañana en Briviesca (Burgos), no estoy recibiendo toda la energía gratuita que me gustaría y la sensación de frío se empieza a notar mucho antes que cuando hace un sol espléndido. Al menos en verano, dormimos arropados…

Puedes leer también mi artículo sobre Arquitectura Bioclimática AQUÍ


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